Pascual Piñón, nacido en México a comienzos a fines del siglo XIX. Ya en el siglo XX el empresario estadounidense John Schindeler, propietario de un parque de atracciones itinerante, viajó a buscarlo y lo encontró cautivo en una mina: sus vecinos lo consideraban una oscura criatura, por lo que lo habían encerrado allí, lejos de la sociedad.
Pascual Piñón llevaba la otra cabeza de la misma forma que un minero lleva su lámpara en la frente”, describe Schindeler en sus memorias.
En 1917 fue encontrado en Texas por el encargado del circo Sells Floto, trabajando en el ferrocarril. Desde entonces comenzó a ganarse la vida, y una fama creciente, en los freak shows que comenzaban a proliferar en Estados Unidos.
Sobre su cabeza se han tejido toda clase de teorías y argumentos. Algunos indican que se trataba de algo así como un tumor que la fantasía de los observadores convertía en un rostro; otros, que era una cabeza real, de rasgos femeninos, llamada María.
Para Pascual, algo seguro es que tenía independencia: “Ella no es muda. Además ella es un ser humano. La puedo oír, pero soy el único que puede hacerlo. Ella sólo existe a través de mí”.
Entre las causas médicas reales de esta posible presencia patológica, se encuentran la llamada “duplicación craneoencefálica”, malformación congénita por la cual algunas partes de la cara se duplican en la cabeza, como el famoso caso de Edward Mordrake; también es posible que se tratara de una trágica complicación en un embarazo de gemelos monocigóticos, es decir, que la cara fuera la de un hermano siamés malogrado tempranamente. O podría tratarse de uno de los escasísimos casos de una condición conocida como “craniopagus parasiticus”, de la que apenas existen registros en la historia médica.
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