Es una ley universal. Enfrentarse a una grabación de tu propia voz es más duro que mirarte al espejo durante un “bad hair day”.
¿De verdad que “eso” somos nosotros? ¿Por qué, de repente, nuestra voz suena diferente? Y, lo más importante, ¿por qué somos incapaces de soportarlo?
Profesionales que tienen que enfrentarse habitualmente a escuchar su voz grabada como periodistas e interpretes hablan, a menudo, de lo difícil que les resulta permanecer sentados en la silla y no huir de sí mismos.
Es un fenómeno curioso, sobre todo, porque no ocurre lo mismo cuando escuchamos la voz grabada de otra persona.
Todo empieza porque es imposible saber cómo suena tu propia voz cuando hablas ya que el sonido que te llega a ti es una versión distorsionada de cómo suena realmente tu voz. Sin embargo, cada vez que te escuchas en una grabación, estás enfrentándote a una versión mucho más fiel de tu tu auténtica voz.
"Cuando hablas tu propia voz te llega a través de dos canales diferentes y uno de ellos hace que tu voz suene más grave"
Esto se debe a la fisiología de tu cráneo. Cuando hablas, el sonido te llega a través de dos vías: Por un lado, a través del conducto auditivo externo, tal y como te llega cualquier otro sonido. Sin embargo, c uando tus cuerdas vocales vibran, también lo hacen los huesos del cráneo y la conducción osea transmite frecuencias más graves en comparación con la conducción aerea. Por lo tanto, cuando te escuchas en directo, tu cerebro percibe el sonido de tu voz como más grave de lo que en realidad es.
Ahora bien, esta es la explicación biológica. También ocurre que, cuando nos escuchamos sin estar produciendo el sonido, adoptamos el rol de observadores de nosotros mismos y vemos lo que los demás ven, en vez de lo que nosotros creemos que proyectamos.
Es parecido a mirar una foto de ti mismo y reconocerte diferente de la imagen que has percibido delante del espejo. Por lo tanto, no es que odies tu propia voz, es solo que tienes que acostumbrarte a ella.
Pero no a todo a el mundo le ocurre lo mismo. Hace unos años, el psicólogo neoyorquino Harold A. Sackeim descubrió que las personas con una alta auto-estima no tienen problema alguno en escuchar su voz. De hecho, se regocijan con ello. Hasta el punto de que, en un experimento, llegaban a confundir la voz de otros por la suya propia.
En el experimento, Sackeim atacó la autoestima de algunos participantes diciéndoles que habían obtenido malos resultados en un test de inteligencia. Por otro lado, infló el ego de otros diciéndoles que habían conseguido muy buenos resultados. Pues bien, aquellos cuya autoestima había sido elevada de pronto escuchaban su propia voz cuando no estaba ahí, mientras que el grupo de sujetos que había sido humillado afirmaban no escuchar su voz cuando en realidad sí lo era.
Aquellas personas que a menudo creen percibir su propia voz al enfrentarse a distintas grabaciones son aquellas que muestran un mayor grado de salud mental. En otras palabras; si realmente odias el sonido de tu propia voz quizá deberías trabajar la autoestima.
Fuente: http://www.playgroundmag.net/
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